¿Como devienen las cosas? ¿Por qué existe lo que existe? Pasamos una cantidad incalculable de tiempo en pensar como son las cosas, como funcionan, cual es su esencia, cual es su motivo, su propósito, predecir sus movimientos, entender su entorno, descubrir los resortes de su comportamiento, etc. Pero mas difícil es que derrochemos un segundo de nuestro tiempo en pensar su existencia, después de todo, ¿para que serviría? Lo que existe, existe, y lo que no existe, no existe. Asunto cerrado. Pero, ¿porque existe algo en vez de mas bien nada? No es una pregunta, es una pasarela sobre el abismo. Tal vez sea una de esas malditas preguntas que no tienen respuesta, pero como hay cierta grandeza en preguntar lo irrespondible y vivimos tan inundados de respuestas a preguntas que nadie se hizo que tal vez valga la pena el cambio de perspectiva.
Si es cierto que la existencia precede a la esencia, como dicen los existencialistas, ¿que precede a la existencia entonces? Lo que ahora existe, antes no existía. ¿Entonces la “no existencia” es el estado anterior de la existencia? ¿que es la “no existencia” de la cual deviene la existencia? ¿la nada? No, no puede ser. Ex nihilo, nihil fit. De la nada, nada viene. Entonces, nuevamente, ¿como devienen las cosas? Si lo que existe no puede surgir de lo que no existe, entonces, ¿Lo que ahora existe, existió siempre? Esto choca de frente con lo escandalosamente imperecedero de este mundo. Tal vez, lo que siempre existió, es el sustento de lo existente. Tal vez lo que ahora existe, existía antes, aunque de una forma menos evidente. Una existencia potencial. Un árbol no cobra existencia a partir de la nada y, aunque pareciera no existir antes del primer brote, ya estaba presente, de alguna forma, en la semilla. En términos de filosofía sāṃkhya, todo efecto se encuentra preexistente en la causa que le dio origen, Satkāryavāda. Concepto que, por cierto, tengo tatuado en el brazo derecho.
Siempre me resulto curiosa la costumbre de colocar nombres propios a los huracanes. Por un lado, se me hace extraño ponerle un nombre a un fenómeno natural que solo existe por un puñado de horas o días. Como si uno tuviese que ganarse un nombre a base de permanencia en su existencia, tal vez me sentiría mas cómodo poniéndole nombre a una sequoia. Por otro lado, llamar “Santa Ana” a una masa de aire caótica e informe pone en evidencia, mas claramente que cualquier otro ejemplo, que todo nombramiento es una lucha contra lo imposible, un intento de suspender el tiempo, de limitar la incertidumbre, de reducir las posibilidades. Al fin y al cabo, ¿que es lo que estamos nombrando? ¿Cual es la esencia del huracán? Algunos huracanes se disuelven al poco de haber sido bautizados, solo para volver a formarse horas después, algunos crecen duplicando su tamaño, otros se reducen hasta transformarse en una brisa, algunos se dividen en dos, tres o cuatro. En todas esas metamorfosis mantienen el nombre ¿por que? ¿El huracán que toca la costa, es el mismo que se formó en mar abierto? ¿que hace que sea el mismo? ¿Sus moléculas de aire? ¿Su forma? ¿La velocidad de sus ráfagas de aire? La verdad es que cuando el huracán toca tierra, lo único que se mantuvo permanente desde su formación es el nombre. Pero el nombre es reconfortante, de alguna forma, si “Santa Ana” destruye un pueblo al tocar la costa, al menos existe una individualidad sobre la cual depositar nuestra furia e indignación.
¿Como deviene un huracán? Tal vez podría pensarse que el nombramiento es un acto de creación y, en cierto modo lo es, porque el hombre no puede concebir una realidad por fuera de su lenguaje y el nombre es la conexión entre el lenguaje y el mundo. Pero tal vez podamos aplicar aquella formula, “todo efecto reside en la causa que le dio origen” y pensar que el huracán se encontraba en forma potencial, agazapado dentro de las corrientes de aire, esperando a que las condiciones de presión y temperatura sean propicias para poder salir al escenario de la manifestación.
Sigamos el razonamiento a ver a donde nos lleva. Si todo efecto reside en su causa y esta a su vez es un efecto de una causa mas grande, ¿llegaremos en algún momento a una una “prima causa”? ¿Existe una causa que albergue en forma potencial a todos los posibles efectos del universo? Este concepto no puede ser otro que la existencia misma del universo, que tendrá que ser eterna, no puede tener un origen. Si no fuera eterna debería ser generada por la “nada” ya que no hay nada por fuera de la existencia mas que la “no existencia” y, como dijimos, nada puede surgir de la nada. La existencia tiene que ser eterna. Es curioso, porque al pensar estos temas uno parecería entrar inexorablemente en los terrenos pantanosos de la teología o el esoterismo, pero los físicos modernos no se andan con mucho prurito, a este concepto lo llaman “materia” y sostienen sin ruborizarse que todo el universo se encontraba comprimido en un punto de densidad infinita cuando no existía siquiera el espacio y el tiempo, en una comunión tensa entre ciencia, filosofía e imaginación. Un punto que contenía alojado a todo el universo en potencia, ¿A que suena eso?
Nosotros mismos no escapamos de este razonamiento y en nuestro caso existen particularidades que no existen en los huracanes. El hombre es el único ser en donde este concepto del efecto residente en la causa se combina con la consciencia de su libertad para generar una mezcla devastadora. Dentro del hombre conviven todas las posibilidades, incluso hasta la muerte. La única posibilidad que imposibilita todas sus posibilidades. Somos conscientes de que infinitos resultados residen dentro nuestro en forma potencial y que el mundo nos arroja a tomar decisiones para manifestarlos, eligiendo de entre un sin fin de opciones. La angustia a menudo no proviene de los efectos o resultados de las acciones una vez acontecidas sino de las potencialidades ocultas, mucho antes de que sea hagan realidad. Abruma. Sofoca. Angustia.
Materia y existencia. Materia inmanifestada en forma potencial y materia desplegada en constante movimiento. No existe nada por fuera de esa potencialidad infinita. ¿O si? Tal vez el aspecto mas especial que puede venirnos a la mente es aquel por el cual la existencia puede reconocerse existente, aquel que puede rechazar la nada como algo ajeno, aquel aspecto que ilumina tanto oscuro vacío. La consciencia. En este punto nos topamos con el inconveniente de la inversión de la mente y los sentidos, tan acostumbrados a proyectarse hacia afuera y ahora con la tarea de pensar el pensamiento. De ahí que algunos propongan que para esta fase, tal vez sea necesario justamente parar el pensamiento, para así despertar algunas herramientas intuicionales.
¿Como deviene la consciencia? La opinión mas popular optaría por reducir la consciencia a la materia. En ese caso, la consciencia, por mas particular que sea, es un producto del intercambio químico y eléctrico entre células neuronales. Pero la consciencia es tan única que no todos quedan convencidos con esa explicación. Tanto es así que algunos son expulsados al otro extremo del tablero filosófico y, con argumentos mas pobres en mi opinión, sostienen que es la materia la que puede ser derivada de la consciencia. En ese caso, la materia es una “ilusión” creada por la consciencia que es la única realidad. El monismo, ya sea materialista o idealista estuvo presente siempre en la historia del pensamiento humano. El uno, la potencialidad infinita, la sustancia origen de todas las cosas. Desde el fuego, el aire o el agua de los filósofos presocráticos hasta el espíritu en Hegel o la materia en el materialismo marxista o la física moderna.
¿Existe una tercera vía? ¿Que pasaría si la consciencia fuera algo diferente? Algo que no se derive de la materia. Elevar a la consciencia al status de “sustancia” única e irreductible. ¿Por qué no? Después de todo, empezamos diciendo que había grandeza en preguntar lo irrespondible. Si ese fuera el caso, ¿Como deviene la consciencia? Así como el huracán que emerge de su descanso potencial para luego disolverse en la masa de aire que le dio origen podría la consciencia experimentar las mismas transformaciones. ¿De donde surge y en donde se disuelve la consciencia? La causa prima, como no podría ser de otra forma, debería ser algo eterno e ilimitado. Pero ¿como se relaciona lo ilimitado con lo limitado? Tal vez la consciencia sea algo individual, pero no personal. Una manifestación individual de una sustancia infinita que se adhiere de alguna forma a la materia durante el tiempo que le toque bailar al compás de la experiencia humana. Como las moléculas de aire de la atmósfera, que durante determinadas condiciones y por un tiempo relativamente corto logran particularizarse lo suficiente como para que el hombre realice el creacionista acto de nombrarlas como huracán “Santa Ana”, de la misma forma, la consciencia obtiene una personalidad finita durante una determinada cantidad de vueltas a la estrella mas cercana.
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