Se podría decir que el hombre es un ser de contraste. El contraste es el alimento espiritual que lo moviliza y a la vez un traductor vital del mundo que lo rodea. El sufrimiento es uno de los más grandes movilizadores del hombre, no hay nada que afecte tan profundamente sus fibras más íntimas y lo haga reaccionar como su sufrimiento o el sufrimiento de otro ser. Toda movilización persigue un objetivo, ¿Cuál es el objetivo de la reacción provocada por el sufrimiento? El gozo, la ausencia total de sufrimiento.
El hombre entiende el gozo solo en contraposición al dolor, no hay disfrute más grande que el que viene luego de un momento de gran sufrimiento. El contraste es un estimulante de un poder increíble utilizado ampliamente en las obras artísticas y una de las bases fundamentales de las tragedias griegas.
El dolor es algo que se siente claramente, pero, ¿Se puede sentir la ausencia de dolor? No existe un gran gozo sin haber experimentado antes una gran pena porque lo sentimos solo en contraposición al sufrimiento, el gozo puede sentirse de esta manera como una particular ausencia de sufrimiento.
Según escribía Voltaire, el hombre nació para ser devorado por sus pesares. El sufrimiento tiene una utilidad única y excepcional que es la de ser un recordatorio constante de que estamos vivos. El ser hombres de contraste es una de las razones por las que no podemos eliminar el sufrimiento. Lo necesitamos! ¿Cómo podríamos ser felices si no existiera el sufrimiento?
De la misma forma solo le damos el verdadero aprecio a la vida cuando la entendemos como contraposición a la muerte. Suele decirse que no se respira aire más lleno de vida que el de la gente que camina por un cementerio. Solo la muerte hace sentir al hombre en su vitalidad más extrema.
Este pensamiento de contraste es el traductor que el hombre necesita para relacionarse con su entorno y a la vez un alimento fundamental de su ser. Sufrimiento, dolor, pena, gozo y felicidad, todas las sensaciones tienen su reverso.
Siempre que exista un Ser, existe su nada, su No ser que le da el significado y sentido a su existencia. Siempre que existe una tesis existe su antítesis.
Ser, No ser y devenir, esa es la trilogía que conforma la evolución dialéctica del pensamiento del hombre. El ser y la nada se funden en una síntesis. Esta síntesis es el devenir, el pensamiento concreto. El ser y la nada son solo abstracciones.
De forma similar, el hombre utiliza el contraste para valorar todas las situaciones en las cuales se involucra. El contraste con uno mismo es lo que hace que el hombre sea la medida de todas las cosas.
Toda situación se encuentra por si misma vacía de contenido, como la “nada” de la trilogía dialéctica. El hombre opone su Ser a esta nada con lo cual llena de contenido a las situaciones que percibe y les da el sentido que por sí mismas no tienen, ¿Cómo hace esto? Mediante el contraste consigo mismo, con sus concepciones de la vida y sus valores.
Según nuestra concepción del contraste, existe un lado luminoso y otro oscuro, sufrimiento y gozo no son igualmente apreciados por nosotros pero sin embargo ambos son parte de una misma cosa. Al comprender la manera de proceder de nuestro entendimiento y la importancia y necesidad del contraste se puede valorar el lado sombrío del mismo como la oscuridad necesaria para poder apreciar la luz.
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