No soy el ser que fui, el pasado me pertenece pero no me determina. No existe la posibilidad de que el ser que fui me represente completamente ya que la forma en la que actué y las decisiones que tomé estuvieron envueltas e influenciadas por una realidad que ya no es. Es cierto que los hechos del pasado sientan una base que puede condicionar mi actuar presente, pero también es cierto que cada instante es en sí mismo un renacer y que los hechos del pasado me determinan solo en la medida en que lo permita.
No soy el ser que quiero ser aún, los proyectos y las distintas posibilidades que me invaden me dibujan múltiples senderos hacia una realidad que todavía no es. Mi conciencia es un animal insaciable que se alimenta de posibilidades y vive constantemente tendiendo cuerdas sobre el abismo que me separa de un futuro que siempre será irremediablemente incierto.
Está claro que no soy el ser que fui, ni tampoco soy aún el ser que quiero ser. Soy solo un destello en la temporalidad del ser, el presente es un instante, una realidad efímera que inmediatamente deja de ser. ¿Que soy entonces, sino soy pasado, no soy futuro y el presente insiste en evaporarse frente a mis ojos? No soy nada.
Soy una nada, pero no soy una nada impotente y estéril, soy una nada de potencialidad infinita. Mi vida, transcurre siempre en la cornisa de un intrincado entramado de posibilidades. Mis posibilidades siempre serán infinitas porque este animal insaciable que llevo adentro no dejará de pensarlas. Pero pensar las posibilidades no las transforman automáticamente en realidad, para eso estoy obligado a elegir. No existe otra alternativa más que hacer real una de mis posibilidades porque el vacio de la nada potencial que soy me empuja irremediablemente hacia el futuro y depende exclusivamente de mí que la realidad futura me alcance de la manera en que deseo que así fuera.
Debo aceptar que nunca me sentiré concluido, soy y seré siempre un proyecto inacabado e inacabable, no existe una resolución satisfactoria de mi vida así como no existe el final perfecto en la vida de cualquier hombre. Siempre hay un más allá y siempre lo habrá, por más que lo intente no puedo escapar a mis posibilidades, mientras tenga conciencia me hostigarán incansablemente obligándome a tomar decisiones, mientras esté vivo tendré un proyecto sin acabar. El único hecho que barre despiadadamente con todas mis posibilidades es la muerte. Pero de todas formas aunque la muerte elimine mis posibilidades, no las concluye sino que solo hace que dejen de ser posibles. La muerte es mi única posibilidad que genera la imposibilidad de todas mis posibilidades.
Siempre es angustiante el sentimiento de libertad, debajo de la cornisa del presente en el que vivo siempre hay un abismo inabarcable que me separa del futuro. La angustia se genera inevitablemente al saber que depende exclusivamente de mí y de nadie más sortear ese abismo.
A veces el sentimiento de angustia es demasiado fuerte para algunas personas o para determinadas situaciones. Por esto, es entendible que a menudo se genere en el hombre una perversa satisfacción al cercenar su libertad. Hay hombres para los que la libertad es demasiado pesada para sus hombros, sufren de vértigo y el abismo es demasiado alto, necesitan desesperadamente que las decisiones sean tomadas por otras personas, no por ellos.
Hay infinidad de herramientas que se utilizan como paliativos de la angustia, algunas religiones tienen una Infinidad de armas apuntadas contra la libertad listas para ser disparadas y se revelan como absolutamente necesarias para todo hombre invadido por el temor. Hay personas que de tanto terror al porvenir se solidifican en un determinado ser regocijados con la ilusión de que el tiempo se detuvo y que su ser no cambia ni va a cambiar nunca. Hay personas que deciden enquistarse en su pasado ya que todo pasado tiene la atractiva predictibilidad de todo suceso que no puede ser cambiado.
Hay que tirar abajo el mito del determinismo, no hay nada más coartador de la libertad que el determinismo y la categorización de las personas. Nadie puede decirme quien soy porque no soy nada, ya no soy quien fui y quien seré depende exclusivamente de mis posibilidades y de mis elecciones. Nadie puede elegir por mí, estoy innatamente capacitado para diferenciar que posibilidades son mías y cuales buscan ser impuestas por mi entorno, estoy obligado a dar un paso adelante, estoy obligado a decidir, estoy obligado a ser libre.
Una vez superada la angustia generada por la libertad siempre salgo más fortalecido que antes, no solo he tomado una decisión en completa sintonia con mi ser, sino que la decisión fue enteramente mía y de nadie más, el denso y pesado aire de la libertad que antes me angustiaba ahora llena mis pulmones volviéndome más firme y seguro para dar el siguiente paso.
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