Muchas veces me he descubierto mirando, abstraído, como van y vienen las personas en algún lugar público.
Aunque era conciente de que para mi no significaban más que entes sin rostro, igualmente no podía dejar de pensar en ellas.
Siempre me impresionó ver su andar, como llevan su pecho inflado, como cobijando y protegiendo con recelo aquel preciado tesoro llamado individualidad.
Muchas veces me pregunte, si esa gente ignora su situación, ese sentimiento devastador que se apodera de uno al mismo instante de su gestación, esa horrible certeza de que no somos más que espuma en este inmenso mar de gente.
Impresiona el cínico destino que nos deparo la vida. Esta vida, que al mismo tiempo de dotarnos de esa ilimitada sed natural de individualizarlos, nos coloca cual fútil grano de arena en un desierto plagado de almas con el mismo objetivo.
Resulta razonable que si cada conciencia es única e irrepetible, el anhelo de sentirse único y especial va a ser una constante en la naturaleza del hombre, una cuenta pendiente y un parte importante del combustible que lo moviliza.
Lo que no resulta razonable es el hecho de que el objetivo parezca estar tan distante y que el hombre sienta angustia de esta situación, al parecer irremediable.
Algunos dirán que para quitarnos esta angustia debemos vivir en abstinencia de individualidad, que esta sed no es más que un mal del que debemos desprendernos para poder estar por fin en armonía. Así como el hombre debió aprender a no beber agua de mar, contradiciendo sus instintos, deberá resignar su ego para fundirse en la masa homogénea de la sociedad.
Otros dirán que esa abstinencia existió siempre y es inevitable para la mayor parte de las personas, por lo que saciarse de individualidad solo esta reservado para algunos pocos. Los demás, inexorablemente morirán de sed.
Es imposible no estar de acuerdo en el hecho de que lograr diferenciarse dentro de esta inmensa marea humana esta solo reservado para unos pocos y que gran parte de la gente se rinde en manos la desoladora idea de que es inútil intentarlo.
A pesar de estas verdades que irremediablemente nos vacía de esperanza, no es cierto que esta situación haya existido siempre y mucho menos que sea inevitable.
El problema principal radica en la confusión entre individualizarse y diferenciarse, que en la sociedad actual se han fusionado con resultados nefastos.
Hoy en día, aquel que no logra de alguna forma diferenciarse del resto, se funde con la masa anestesiada y mediocre en donde el hierro ardiente de la ignorancia le marca en la frente la pérdida de su individualidad.
Pero la individualización es algo muy distinto que diferenciarse, querer sobresalir o destacarse. La individualización es un proceso interno y personal, que dura toda la vida, en donde la gente que me rodea no interviene directamente.
Cada conciencia es un mundo, y este se construye ladrillo a ladrillo durante el devenir de la vida y la individualidad es un producto inevitable de este proceso.
Es necesario separar claramente lo que son necesidades innatas de la naturaleza humana y cuales son impuestas por un sistema insensato.
En la medida que sigamos creyendo individualizarnos mediante una diferenciación basada en el éxito sobre un sistema irracional, vamos a seguir alimentando a la masa mediocre de la sociedad.
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saludos
Diego