Hay
quienes el color azul les produce tristeza, hay quienes no pueden evitar sonreír
cuando ven un niño jugar, hay quienes respiran hondo cuando ven una flor y están
los que se ponen melancólicos con el olor que causa la lluvia cuando moja la
tierra. ¿Por qué un mismo hecho puede significar cosas tan diferentes? ¿Cuál es
el verdadero significado de las cosas?
Los
hechos en si se encuentran carentes de significado. Es el “yo” el que vuelca su
significación sobre todo lo que lo rodea. No tiene otro remedio, una vacuidad
de los hechos violaría una ley muy importante de la existencia del ser. ¿Se
puede existir sin significar lo que existe? Sería una existencia que no es consciente
de su existencia, una existencia estéril.
Resulta
inevitable continuar con el razonamiento hasta una verdad que es, al menos,
incomoda. Si el “yo” da significado a un universo que se encuentra por si mismo
carente de significación entonces el “yo” solo puede conocerse a sí mismo. La
soledad del hombre es inevitable. Solo existe el “yo”, lo que es para el “yo” y
nada más. La realidad actúa como un gran espejo en donde el hombre no puede
hacer nada más que ver distintas aristas de sí mismo. ¿Se puede pensar un hecho
sin pensarse a sí mismo? Conocer y conocerse resultan ser uno y una misma cosa.
De hecho, es difícil creer que uno podría pensarse sin pensar algo. ¿Puedo
conocerme de manera aislada?
Pero
no soy el único ser que le da significancia a la realidad. Existe y siempre
existirá el otro, ese ser que irrumpe en escena para hacerme dudar de la unicidad
de la realidad. ¿Qué es el otro sino lo que yo no soy? Aquel que está inmerso en
una realidad diferente, aquel que ante los mismos hechos ve una significación totalmente
diferente. ¿Puedo conocer al otro? Solo puedo pensar al otro a través de la
contraposición conmigo mismo. No puedo ser yo sin el otro, es en el otro en
donde puedo hallar realmente mi esencia.
Todos
somos singulares y únicos así como es singular y única nuestra percepción de la
realidad. Es imposible plantear el concepto de igualdad sin reconocer esa diferencia.
El otro conoce y vive en una realidad que no es la mía y hasta puede ser
radicalmente diferente a la mía, precisamente porque es otro, distinto a mí y
posee otra forma de significar lo real. No reconocer la existencia inevitable
de la otredad puede llevarnos a percibir al otro radical, ese que desencaja
abiertamente con mi realidad, como una amenaza directa a mi forma de existencia.
La negación a la existencia de la otredad es indispensable para sostener el
racismo y la xenofobia entre las personas.
Así
como existe un ser individual en contraposición a la otredad, pueden pensarse
grupos de pertenencia con formas similares de concebir la realidad. Existe un
grupo de pertenencia en una nación en contraposición con otras naciones.
Existen grupos de pertenencia familiares, grupos de pertenencia por afinidades
políticas, musicales, laborales, etc. Cada uno se reconoce a sí mismo y existe
en contraposición a otro, aquel que no comparte ni puede compartir esa
pertenencia. ¿Quiénes son los otros del hombre como humanidad? ¿Quiénes son los
otros de la sociedad occidental? ¿Quiénes son los otros del sistema capitalista
que se extiende por sobre todos los grupos de pertenencia del mundo? ¿Existen
otros que pueden percibirse como una amenaza para el mantenimiento del sistema
capitalista? ¿Qué se hace con esos otros? ¿Existen otros que deban perder
derechos y ser soslayados para el mantenimiento de un sistema?
Es
preciso percibir que si la sociedad no es nada más que un conjunto de otredades
que se contraponen pero que no pueden existir unas sin las otras solo puede ser
viable un sistema en donde no se visualice al otro como una amenaza sino como
un espejo del ser, aquel que genera completitud y que es tan inevitable
como necesario.
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