¿Qué significa ser honesto? Actuar con sinceridad, decencia, decir la verdad, ser justo, coherente… Sin ningún lugar a dudas es una forma de proceder noble y admirable. Al menos lo sería para alguien que actúa honestamente con plena consciencia y por ejercicio de la voluntad más pura de su ser. Honrado es solo aquel que procede honradamente aun conociendo que tiene el poder de obrar de otra forma.
Es extremadamente común ver a la gente actuar de manera honesta no por ejercicio de su voluntad, sino porque nunca se atrevería a actuar de otra forma. No actúa honestamente por pensar que es el modo correcto de obrar sino por miedo a actuar diferente, miedo al castigo, miedo al reproche, miedo al riesgo, miedo de diferenciarse de la mayoría, miedo a ser juzgado. Esta forma de honestidad es la honestidad de los cobardes, la mediocridad hecha valor.
Abunda esta clase de “honestos” por donde se mire. El mundo está lleno de personas honestas por debilidad. Se podrá decir que el fin justifica los medios ya que al fin de cuentas el resultado es el esperado, obrar honestamente y todo lo que ello implica.
Entonces… ¿Cuál es el inconveniente? Es cierto que si todos fuésemos lo suficientemente cobardes el mundo sería mucho mejor en ese sentido, si por mejor entendemos al la permanencia del orden social establecido. El problema reside en que el cobarde en general y el honesto mediocre en particular es una persona que guarda un gran resentimiento. Una persona a la que le irrita obrar honradamente porque desea con todo su ser haber podido tener el valor de obrar de manera diferente. Esto lo convierte en una de las personas más peligrosas que existen.
Estos mediocres enarbolan la bandera de la injusticia y la agitan sobre lo más alto de sus cabezas. Están disconformes con la vida que les toco, dicen que se enfurecen con las inequidades pero los que más les enfurece es su cobardía. Consideran que la vida es injusta y que no se castiga como se debe a aquellos que actúan diferente, es decir, deshonestamente.
En general, ese odio frente a los deshonestos no es más que una envidia disfrazada, la envidia de ver que otras personas se beneficiaron del valor que ellos no tuvieron, procedieron como ellos no se animaron actuar y pudieron lograr lo que ellos no consiguieron.
Es muy frecuente que el honesto mediocre exija que se le reconozca su forma de actuar, que se lo admire y se lo respete. Es normal que se indigne secretamente si su acción pasa inadvertida y busque alguna forma de dar a conocer lo meritorio de su actuar. El hombre débil actúa de esa forma ya que busca en la aprobación del otro llenar el vacío que le ha dejado conducirse como no quería. Considera que no ha obtenido el provecho que hubiese logrado si actuaba como en verdad deseaba y necesita sacar de la situación alguna ganancia para tranquilizar su alma.
Al hombre verdaderamente honesto no le inquieta la reacción de las demás personas ni la aprobación de sus acciones ya que no ha hecho más que actuar de acuerdo a su voluntad. La mejor forma de escapar a la mediocridad es admitir nuestras virtudes y defectos actuando de la única forma en que podemos hacerlo sin pecar contra nosotros mismos.
El miedo no debe ser el motor de las buenas acciones, estas acciones, si en verdad son buenas bajo nuestro parámetro, deberían estar impulsadas por un deseo interior que no conciba ningún tipo de arrepentimiento. El único miedo posible debiera ser el miedo de traicionar a nuestra esencia. Es importante tener como máxima que ser honesto no significa actuar como la sociedad espera, sino ser coherente con uno mismo.
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